miércoles, 26 de enero de 2011

Raquel Lanseros

Raquel Lanseros, Jerez de la Frontera (Cádiz), 1973.
Licenciada en Filología Inglesa, actualmente trabaja como Asesora de Formación de Idiomas en el Centro de Formación del Profesorado e Innovación Educativa de León. Colabora con poemas, traducciones y reseñas críticas en numerosas revistas y publicaciones literarias.
Su obra ha sido incluida en las antologías Tributo a Serrat, Diez nuevas voces de la poesía leonesa, Premios del Tren 2007, Poemas del Claustro - 15, Poemas en el Canal, Antología del beso, Poesía en el Archivo, Homenaje a la Velada en honor a Juan Ramón Jiménez celebrada en el Ateneo de Sevilla en marzo de 1912, Corazón de ángel, Jornadas de Poesía sobre el Segura, Nueva Poesía Hispanoamericana del siglo XX, Y para qué más poetas. Herederos y precursores. Poesía andaluza, A Pablo Guerrero en este ahora, Antología del Viaje, Premios del Tren 2010, PoeMARio (Antología del Mar) y Desde la Farola. Poesía Española Última.
Autora de los libros de poesía:
Leyendas del Promontorio (Ayto. Villanueva de la Cañada, Madrid, 2005),
Diario de un destello (Editorial Rialp, Colección Adonáis, Madrid, 2006),
La acacia roja (Ediciones Tres Fronteras, Murcia, 2008)
Los ojos de la niebla (Editorial Visor, Madrid, 2008) y
Croniria (Ediciones Hiperión, Madrid, 2009).
Ha sido galardonada con un Accésit del premio Adonáis, el Premio Unicaja de Poesía y el Premio Antonio Machado en Baeza.

Raquel es la sonrisa vestida de mujer, genial, cercana y amiga de sus amigos.
Gracias por todo mi queridísima princesa republicana.

POEMAS:

INVOCACIÓN


Que no crezca jamás en mis entrañas

esa calma aparente llamada escepticismo.

Huya yo del resabio,

del cinismo,

de la imparcialidad de hombros encogidos.

Crea yo siempre en la vida

crea yo siempre

en las mil infinitas posibilidades.

Engáñenme los cantos de sirenas,

tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.

Que nunca se parezca mi epidermis

a la piel de un paquidermo inconmovible,

helado.

Llore yo todavía

por sueños imposibles

por amores prohibidos

por fantasías de niña hechas añicos.

Huya yo del realismo encorsetado.

Consérvense en mis labios las canciones,

muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.


Por si vinieran tiempos de silencio.


UN JOVEN POETA RECUERDA A SU PADRE


Ahora ya sé que pasé por tu vida

como pasan los ríos debajo de los puentes,

-indiferentes, turbios, orgullosos-,

con la trivialidad desdibujada

de las pequeñas cosas que parecen eternas.


Muchas veces lo obvio

se oculta tras un halo de extrañeza,

tras la costumbre lenta, indistinguible

del aura fugitiva de las vivencias únicas.

Es difícil saber

que la belleza abrupta del vivir cotidiano,

tan desinteresada de sí misma,

nacida sin clamor ni pretensiones

es en esencia tan mágica y rotunda

que resulta imposible de imitar a propósito.

Y es aún más difícil

comprender que la fiesta de las cosas sencillas

casi siempre termina

mucho antes que la voluntad del festejado.


Inmóvil vi pasar ante mis ojos

el desfile callado de tu vida

con tus sueños cansados en otoño,

tus alegrías de puertas para adentro

y tus desvelos discretamente cálidos.

Creo acertar si digo

que nunca te di nada que no fuese

un préstamo a mí mismo.

Te pedí, sin embargo, tantas cosas.


Hoy, inmóvil de nuevo, asisto inerme

a este desfile amargo de tu ausencia

mientras mi corazón -dividido y atónito-

comienza a descubrir que la vida va en serio.


Te recuerdo. Hace frío

y el frío me devuelve

aquella forma tuya tan sutil

de ofrecerme a la vez un corazón errante,

la suerte en un casino de Las Vegas,

la lluvia del desierto,

los versos de Machado en un suburbio.


Ahora ya sé que pasé por tu vida

indolente y confiado, -sin asombro-,

como suelen vivir todos los hombres

que no conocen todavía la pérdida.


DOÑA JUANA

A todas las mujeres libres


El amor toma formas caprichosas.

Algunas veces, el amor es la lluvia

fina e imperceptible

que acompaña las tardes oscuras de noviembre.

El amor como un viaje a lo desconocido,

a lo más inquietante de nuestra propia esencia,

es un viaje de ida.

Eso Juana lo sabe.


También conoce el riesgo porque ha visto

el abismo insondable que se extiende

justo donde comienza el desamor.

No le importa reptar a trozos el camino

a cambio de sentir como muy pocos

la libertad auténtica.


Por eso,

Juana hace llorar y también llora

lágrimas plateadas que sueñan con delfines.


Es capaz de apostar todo su reino

por un segundo de ojos infinitos

por una fusión lenta de su alma

en medio de las almas.


Dulce refugio contra la tormenta,

en el cuerpo de un hombre ama a todos los hombres,

la piel dorada y fuerte se diluye en un manto

confortable que abriga los recuerdos.


Al final del camino, está segura

de que ha ganado siempre

las cosas que ha perdido.

Cada versión distinta de sí misma

que otras manos le han ido regalando

es una muestra de todas las vidas

que a Juana le han cabido en una vida.


A PROPÓSITO DE EROS


De todas las terrenas servidumbres

que aprisionan mi afán en esta cárcel

me confieso deudora de la carne

y de todos sus íntimos vaivenes

que me hacen más feliz

y menos libre.


A veces, sin embargo,

la esclavitud se muestra soberana

y me siento señora del destino.

Porque sé amar, porque probé la fruta

y no maldije nunca su sabor agridulce,

porque puedo ofrecer mi corazón intacto

si el camino se digna requerirlo,

porque resisto en pie, con humilde firmeza,

el rigor de este fuego que enloquece.


En este fragor mudo en el que todos somos

rufianes, vagabundos, desposeídos y presos

no existen vencedores ni vencidos

y mañana no arrienda la ganancia de ayer.


Que no entre en la batalla quien sucumba

ante el rencor pequeño de las humillaciones.

Sabed, son necesarias descomunales dosis

de grandeza de espíritu y coraje

en las lides calladas de la pasión humana.


La recompensa, en cambio, es sustanciosa.

Ser súbdito tan sólo de la naturaleza,

no temer a la muerte ni al olvido,

no aceptarle a la vida una limosna,

no conformarse con menos que todo.


YAGO BAZAL SE DEJA VER DOS HORAS


La luna nueva late dentro del corazón

de un hombre declarado clandestino.

Es una noche oscura como un crimen.

Yago Bazal avanza monte abajo

entre sombras azules que susurran su historia.


Porque los ideales se volvieron ceniza

hace tiempo que Yago no hace fuego.

Así,

va dejando jirones de sus mejores sueños

en las plateadas jaras

a su paso.

Lo recuerda muy bien.


Un búho reconoce el rostro tenso

a veces decidido a rebelarse

contra quienes lo excluyen de los seres humanos

aunque otras veces también muestra, de pronto,

el cansancio plomizo y demacrado

de una lucha sin plazo.


Hay pocos camaradas

y mucha escarcha rota.


No es la palabra frío la que agrieta la cara

ni amorata los dedos en las botas deshechas.

Es el frío de verdad.

Es el frío espeso

de esta primera Navidad después de la derrota

pegándosele al cuerpo igual que una serpiente.


En la guerra Yago había odiado las palabras.

Podía notar el pulso

tibio como la tierra

en las letras de sangre.

Sin embargo, ahora sabe

que no son las palabras quienes matan.

Cada letra es un pez en el océano,

un árbol florecido,

pero hay labios que usan las palabras

como se usa una ametralladora.


Fuera se han encendido

las farolas ausentes de la calle.

Mientras,

suspira muy despacio.

El frío le acompaña como entonces.

Si cierra bien los ojos fatigados

Yago se puede ver

trepando el muro de su propia huerta

acallando a sus perros

penetrando furtivo en su mísera casa

de trigo húmedo y ajo.

Aún puede oír el sollozo desvalido

de la mujer que ama

al verlo tan delgado y polvoriento.


Todas las noches Yago vuelve a huir monte arriba

con pocas provisiones y un beso triste quemándole los labios

con los ojos perdidos de los hombres

cuyo futuro ha sido demolido.


Todos nosotros somos ahora y para siempre

las pisadas de Yago contra la piedra helada,

yo soy el pan callado de aquella Nochebuena,

tú eres la luna oscura que le ayuda a esconderse.


Y hoy es mil novecientos treinta y nueve.


A LAS ÓRDENES DEL VIENTO

Para todos los que sienten que no están al mando


Me habría gustado ser discípula de Ícaro.

Hubiera sido hermoso festejar

las bodas de Calixto y Melibea.

Me habría gustado ser

un hitita ante la reina Nefertari

el joven Werther en Río de Janeiro

la deslumbrante dama sevillana

por la que Don José rechazó a Carmen.


Yo quisiera haber sido el huerto del poeta

con su verde árbol y su pozo blanco

el inspector fiscal

con el que conversara Maiakovski.


Me habría gustado amarte. Te lo juro.


Sólo que muchas veces la voluntad no basta.


ENTONCES ME BESASTE


Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente

por estirar sus márgenes y unirlos

al círculo infinito de la savia

nos buscamos a tientas los contornos

para fundir la piel deshabitada

con el rumor sagrado de la vida.


Tú me miras colmado de cuanto forja el goce,

volcándome la sangre hacia el origen

y las ganas tomadas hasta el fondo.


No existe conjunción más verdadera

ni mayor claridad en la sustancia

de que estamos creados.


Esta fusión bendita hecha de entrañas,

la arteria permanente de la estirpe.


Sólo quien ha besado sabe que es inmortal.


BEATRIZ ORIETA

Maestra nacional

(1919-1945)


Los niños corren y saltan a la comba.

Beatriz Orieta pasea junto a Dante

sorteando los pupitres

[en medio del camino de la vida...]

Tiene litros de frío mojándole la espalda.

Apenas pueden nada contra él

los míseros tizones del brasero oxidado.


Entran al aula los gritos infantiles,

huelen a tos y a hambre.

Algunas veces,

Beatriz Orieta casi no contiene

las ganas de llorar

y mira las caritas sucias afanándose

en recordar las tildes de las palabras llanas.


Prosigue Dante todo el día musitando

en el oído de Beatriz Orieta

[...amor que mueve el sol y las estrellas]


Ella siente de veras

que otro mundo la mira

al lado de este mundo gris y parco.


Contra el lejano sol

del lejano crepúsculo

dos amantes se miran a los ojos.

Beatriz Orieta está

apoyada en su hombro.

Los álamos susurran las palabras de Dante.

Los amantes son túneles de luz

a través de la niebla.

Los besos, amapolas

de un cuadro de Van Gogh.


Pasa el invierno lento como pasa un poema.


Pasan el frío andrajoso, la fiebre y el esputo

y toman posesión del blanco cuerpo

igual que las hormigas invadiendo

esas migas de pan abandonadas.


Sesenta años después, entre las ruinas verdes

leo un descanse en paz envejecido

sobre la tumba de Beatriz Orieta.


El silencio es de mármol.

El silencio

es la respuesta de todas las preguntas.


Unos metros más lejos, hace sólo dos años

yace también el hombre

que, apoyado en el hombro de Beatriz Orieta,

dibujó un corazón sobre un tiempo de hiel.


¿Qué más puedo decir?

Que la vida separa a los amantes

ya lo dijo Prévert.

Pero a veces la muerte

vuelve a acercar los labios

de los que un día se amaron.


2059

Nos encontraremos en un lugar en el que no hay oscuridad

George Orwell


He imaginado siempre el día de mi muerte.

Incluso en la niñez, cuando no existe.


Soñaba un fin heroico de planetas en línea.

Cambiar por Rick mi puesto, quedarme en Casablanca

sumergirme en un lago junto a mi amante enfermo

caer como miliciana en una guerra

cuyo idioma no hablo.

Siempre quise una muerte a la altura de la vida.


Dos mil cincuenta y nueve.

Las flores nacen con la mitad de pétalos

ejércitos de zombis ocupan las aceras.

Los viejos somos muchos

somos tantos

que nuestro peso arquea la palabra futuro.

Cuentan que olemos mal, que somos egoístas

que abrazamos

con la presión exacta de un grillete.


Estoy sola en el cuarto.

Tengo ojos sepultados y movimientos lentos

como una tarde fría de domingo.

Dientes muy blancos adornan a estos hombres.

No sonríen ni amenazan: son estatuas.

Aprisionan mis húmeros quebradizos de anciana.

No va a doler, tranquila.

Igual que un animal acorralado

muerdo el aire, me opongo, forcejeo,

grito mil veces el nombre de mi madre.

Mi resistencia choca contra un silencio higiénico.

Hay excesiva luz y una jeringa llena.


Tenéis suerte, -mi extenuación aúlla-,

si estuviera mi madre

jamás permitiría que me hicierais esto.


IN NOMINE LIBERTATIS


Si es verdad que el rencor

desgasta y envejece lentamente

con su rumor callado de piedra de molino

apuesto por ser joven ahora y siempre.


Mi casa está vacía

de chivos expiatorios y culpables.

Acumulo tan sólo

el valor necesario para seguir viviendo

bajo la protección de la alegría.


No me he inclinado nunca por el ánimo fácil

de tomar y obligar. Incluso lo pequeño

se me ha antojado siempre un mecanismo frágil

con más de una respuesta.


En mi alcoba no reinan

prohibiciones ni leyes. Mi palabra

es un patio sin llave

donde es bien recibido quien aprecie

la sombra de una higuera y un vaso de buen vino.


No frecuento los presos ni los jueces.

Sentencias y dictámenes les dejo

a aquellos que no dudan. Yo sólo estoy segura

que amo la libertad y sus orillas.


Cuando falte, buscadme entre las alas

de un pájaro que escapa del invierno.

Con las manos vacías se hace mejor camino.

No me pesan los créditos. En este mundo nuestro

toda deuda es de juego.


RAQUEL LANSEROS